Cómo reconocer los alimentos frescos

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Siempre he considerado un arte el hecho de reconocer los alimentos frescos en el mercado. Lo cierto es que es fundamental detectarlos bien para evitarnos intoxicaciones y conseguir el mejor aporte de nutrientes… ¿sabéis cuál es el método?

El caso de la fruta y verdura es fácil. A todos alguna vez se nos ha puesto pocho un tomate, un limón o una manzana en el frigorífico ¿verdad? Pues sólo hay que vigilar que las frutas y verduras que consumamos no tengan ese aspecto. Debemos de buscar una piel lisa, sin arrugas, sin manchas y con el tallo verde y fresco.

Si compramos pescado, hay que observar siempre su mirada. La mirada, como siempre, es el reflejo del alma, y en el caso del pescado también: unos ojos brillantes, vidriosos, nos indicará que el pescado es fresco. Para el marisco, si es de concha, éstas deben estar cerradas o cerrarse al tocarlas. En el caso de las gambas, langostinos, camarones y carabineros, las cabezas transparentes y el cuerpo firme son sinónimo de frescura.

Para la carne, siempre hay buscar el buen color (rojizo, para carnes rojas como la de ternera, o dorado, si se trata de carnes blancas como la de pollo) y el aspecto ligeramente húmedo, además de la firmeza. Huid de coloraciones sospechosamente amarillentas, marronáceas, verdosas o grisáceas, y de texturas pegajosas.

Uno de los alimentos que causa numerosas intoxicaciones en el ser humano es el huevo: hay que tener especial cuidado en consumirlo fresco. En el supermercado podemos tener la precaución al mirar la fecha de envasado, pero a menudo en la nevera perdemos la noción del tiempo que llevan los huevos ahí, por lo que, si queréis aseguraros de que está en perfecto estado, introducidlos en un recipiente con agua. Si flota, desechadlo.

Como último consejo, usad el sentido común. Nuestro instinto es un gran radar detector de alimentos en malas condiciones.

Saludos, Mateo

 

Imagen: Pinterest

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