Siempre he tenido muy vivo un recuerdo de mi infancia: la imagen de mi abuela haciendo mermeladas con la fruta que sobraba amenizando nuestros desayunos y meriendas.
El caso es que he descubierto hace poco las bondades del maridaje con mermeladas. Y no puedo dejar de probar recetas para acompañar no sólo las tostadas o la bollería, sino también para complementar quesos, carnes, pescados y frutos secos.
Además, haciendo mis propias mermeladas, puedo escoger el punto de dulzor o acidez de las mismas, experimentando con mis menús. Es facilísimo, y dejaréis a todos con la boca abierta ante vuestras dotes culinarias.
Estas son mis dos mermeladas imprescindibles:
Mermelada de manzana:
Tiene un sabor muy delicado que matiza los sabores más fuertes. Para prepararla, sólo necesitaréis un kilo de manzanas y 800 gramos de azúcar. Echad en un cazo medio litro de agua y el azúcar. Hervid a fuego lento durante unos 20 minutos, intentando siempre que no se caramelice la mezcla. Mientras, pelad las manzanas y troceadlas en pequeños pedazos. Transcurridos los veinte minutos, añadid los trozos de manzana al cazo y coced, siempre a fuego lento, la mezcla durante tres cuartos de hora, removiendo frecuentemente. Tras este tiempo, echad la mermelada en tarros de cristal y cerrad.
Mermelada de naranja:
Esta mermelada puede ser amarga o suave, en función de si dejáis la parte blanca o no de los gajos de esta fruta. Así que aquí tenéis dos recetas en una.
Pelad, limpiad (retirando la parte blanca más o menos, en función del amargor que deseéis en vuestra mermelada) y trocead los gajos de las naranjas y echad en un cazo. Debéis ponerlo a fuego lento durante 40 minutos, cuidando de que no se pegue. A continuación, añadid medio kilo de azúcar y el zumo de un limón, y removed bien. Seguid cociendo a fuego lento durante 10 minutos, retirad y almacenad en tarros.
Y vosotros, ¿a qué mermeladas no os podéis resistir?
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