Otoño es una época fantástica para viajar. Además, este año lo será aún más por sus festivos, que traen más de un puente. Viajar es un placer, pero no es tan placentero hacer maletas, que puede convertirse en una auténtica tortura. ¿Os cuento qué hago yo?
No hay nada más desconcertante que dedicarle (bastante) tiempo a la maleta, para que, cuando hemos llegado al destino, nos encontremos toda la ropa arrugada. Hay un truco genial para minimizar esto: en vez de apilar la ropa doblada en la maleta, haced rollos de ropa! Os cabrá más y evitaréis muchas arrugas al ir bien estirada.
Intentad meter la ropa que más os pongáis. Evitad prendas que sólo os podáis poner con un determinado conjunto, y elegid aquellas que posibiliten varias combinaciones. Meted siempre lo que más pesa y menos se arrugue al principio, y del lado de las ruedas, para que al poner la maleta de pie no echéis al traste todo el trabajo realizado.
No transportéis dentífricos, geles de baño ni cremas de afeitar (y similares): compradlos en el lugar de destino. Son productos de bajo coste, por los que no merece la pena ocupar maleta ni, sobre todo, arriesgarse a que ocurra algún “accidente” que manche todo vuestro equipaje. Si aún así preferís llevar vuestros productos, no olvidéis meterlos en una bolsa hermética, por lo que pueda pasar.
Incluid una bolsa vacía para guardar la ropa sucia a la vuelta.
Y sobre todo, relajaos y no os estreséis con los posibles olvidos! Pensad que, salvo que vuestro destino sea la selva amazónica o similares, siempre podéis adquirir aquello que necesites allí.
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